Hay una entrañable tradición, cuyo origen se remonta al siglo XVI, que consiste en dedicar los siete domingos anteriores a la fiesta de San José, a acudir de manera especial al Esposo de María Virgen, para expresarle cariño y pedirle favores.
Los cristianos siempre han visto en San José un ejemplo de entrega y de fe en Dios y podemos considerarlo maestro de oración. Fue él, después de la Virgen, quien más de cerca trató al Niño Dios, quien tuvo con él el trato más amable y sencillo.
Se suelen «contemplar» los principales misterios acontecidos a los largo de la vida de San José en la tierra, entretejidos de gozos y dolores, en los que se refleja de algún modo toda vida humana, la nuestra, y la suya en la que encontramos luz, serenidad, fortaleza, sentido sobrenatural y amor a Dios.
Toda la vida de San José fue un acto continuo de fe y obediencia en las circunstancias más difíciles y oscuras en que le puso Dios. Desde tiempo inmemorial, la Iglesia lo ha venido venerando e invocando como continuador en ella de la misión que un día tuviera para con Jesús y María. En los momentos de noche oscura, el ejemplo de José es un estímulo inquebrantable para la aceptación sin reservas de la voluntad de Dios.
La Beata Petra de San José no fue ajena a las costumbres de su época. Apóstol josefino del S.XIX, como la definió S. Juan Pablo II el día de su Beatificación, vivió para extender la devoción del santo. No sólo conoció la práctica del rezo de los dolores y gozos, sino que la recomendó y se convirtió en una tradición en todas las casas de la Congregación.
El Papa Gregorio XVI
Fue quien fomentó la Devoción de los 7 Domingos a San José otorgando muchas indulgencias a esta tradición.
Conocer los detalles de los 7 Solemnes Domingos a San José 2018
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