SANTA TERESA DE JESÚS Y BEATA PETRA DE SAN JOSÉ: HIJAS DE LA IGLESIA.
Las dos mujeres de las que vamos a hablar a continuación, Santa Teresa de Jesús y Beata Petra de San José, son dos cristianas, dos vidas, dos épocas, dos carismas… muchas diferencias con un mismo objetivo: salvar a las almas para acercarlas a Dios y dejarse la vida en el camino. Ese es el gran punto en común que tiene Santa Teresa de Jesús y la Beata Madre Petra de San José. La segunda, devota y auxiliada por la primera, posterior en el tiempo y siguiendo sus pasos, también trabajó en las eternas épocas convulsas para convertirse como la doctora, en una fiel “hija de la Iglesia”
En el año 1515 nació en Ávila una niña que con el tiempo sería conocida como santa Teresa de Jesús. En este año, la Iglesia celebra el quinto centenario de su nacimiento; es un buen momento para conocer sus escritos y acercarse a una espiritualidad profunda que durante todos estos años, ha configurado el corazón cristiano de miles y miles de personas que se han acercado a la Santa, bien por devoción personal o por consagración total.
Observando la vida de ambas aprendemos a ser peregrinos.
Sus vidas han sido un continuo caminar allí donde las circunstancias lo requerían. Entendieron que su vida no les era propia sino que pertenecía a Dios y por eso, no tuvieron nido ni alforja, sino que hacer la voluntad de Dios, siempre en medio de la Santa Madre Iglesia, fue su principal morada en la tierra. La alegría en la vida comunitaria, la oración y la caridad constante las llevaron a plasmar el Evangelio en el día a día de sus vidas.
Sólo los grandes santos, los que han tenido el privilegio de alcanzar un camino de perfección ya en la tierra, son capaces de conjugar tantas circunstancias y hacer que tengan sentido. Para ello, hay una clave indiscutible de la que fueron maestras: la oración. El lenguaje de Dios con los hombres y de los hombres con Dios. Únicamente con este continuo, fecundo y sincero diálogo se pueden alcanzar las metas y objetivos que vienen de lo alto.
Santa Teresa de Jesús hablaba de amistad y de estar a solas muchas veces “con quien sabemos que nos ama”.
Cuando los tiempos son recios son más que nunca necesarios “amigos fuertes de Dios” que puedan sostener a los más flojos. Rezar es avanzar en una amistad que cuanto más crece, más sólida se hace. No hace falta hablar mucho, sino amar mucho. Sin la ágil pluma de la Santa doctora, la Beata Petra corrobora y actualiza en sus escritos y pone en práctica en las constituciones de su joven Congregación estos consejos de Santa Teresa para que la profundidad espiritual de sus hijas y la vida en comunidad, con el único pilar de Jesucristo, sean lo suficientemente sólidas para perpetuar en el tiempo y así constituirse en testimonio evangelizador.
Estos consejos de ambas en los carismas encomendados son de total actualidad. Ciertamente pueden cambiar los tiempos y las culturas, pero el Evangelio es el mismo para cualquier época. Por eso es tan necesario escudriñar en las vivencias profundas de quien nos ha dado brillante ejemplo en la fe a lo largo de los siglos para que su testimonio sea edificante para nosotros. Ejemplos que valen para cualquier consagrado, para que en un mundo necesitado de esperanza, puedan ser sal en la tierra y levadura en la masa. Para mostrar sus corazones enamorados de Jesucristo plasmando vidas que estén llenas de sentido.
Ningún camino cristiano puede hacerse en soledad.
Para Santa Teresa de Jesús y Madre Petra de San José, el seno de la santa madre Iglesia es vital para entender su camino. Las dos se enfrentaron a grandes dificultades que resolvieron como hacen los fieles hijos de la Iglesia, desde dentro, con verdad y respeto. A pesar de ser mujeres en tiempos de escasa igualdad, tuvieron el ímpetu de hablar con rectitud ante quien fuera menester, para dignificar algo sagrado para ellas: la propia obra que Dios les había encomendado. Esta fidelidad férrea a la Iglesia, de la que se sentían miembros y de la que habían recibido la fe, ha hecho que con el paso de los años se conviertan en referentes para los cristianos.
Al ser fundadoras y reformadoras de obras de la Iglesia, tuvieron un gran espíritu comunitario. Comunidades de mujeres consagradas que a imitación de los apóstoles siguieran a Cristo viviendo sencillamente el Evangelio y paliando las necesidades espirituales y materiales de la Iglesia y la sociedad del momento. Nunca caminaron en soledad, sino que profundizaron fielmente en el espíritu comunitario que Jesús había compartido con sus discípulos.
“¡Que linda definición de la fraternidad en la Iglesia: andar juntos con Cristo como hermanos!”,
diría Santa Teresa de Jesús.
“Si esta obra no es de Dios para su Iglesia, el primer puntapié será el mío”,
diría la Beata Petra.
La Iglesia es el manantial de donde sale el agua viva para los hombres.
Y de su mismo seno quisieron ambas religiosas extraer hasta la última gota para sus contemporáneos. Sus experiencias místicas no las separaron en ningún momento de los problemas reales y cercanos de la gente. Siempre estuvieron dispuestas a salir al frente de todas y cada una de las necesidades materiales y espirituales de su alrededor. Supieron abrazar la cruz de cada momento y no fueron ajenas a los problemas sociales, políticos y eclesiales que configuraban la realidad de su época. De la oración sacaban tanto la fuerza como la clarividencia para comprender mejor las circunstancias que les rodeaban. Cada dificultad era considerada como una nueva oportunidad que el Señor les ofrecía para purificarse y para ser conscientes de la responsabilidad que tenían como responsables de sus institutos y como cristianas.
Podríamos afirmar, que uno de los puntos de más profunda unión entre ambas mujeres es la grandísima devoción a San José. Madre Petra decía igual que Santa Teresa de Jesús, que nunca había pedido algo a san José que le hubiera fallado. Santa Teresa de Jesús fue en su tiempo una de las más fieles propagadoras de la devoción a San José. En el Capítulo Sexto de su Vida, escribió uno de los relatos más bellos que se han escrito en honor a San José:
"Tomé por abogado y protector al glorioso San José, y encomíendeme mucho a él. Vi claro que así de esta necesidad, como de otras mayores, este padre y señor mío me saco con más bien de lo que yo le sabía pedir. No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa tan grande las maravillosas mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma; de este santo tengo experiencia que socorre en todas las necesidades, y es que quiere el Señor darnos a entender que así como le fue sujeto en la tierra, que como tenia nombre de padre, y le podía mandar, así en el cielo hace cuanto le pide. Querría yo persuadir a todos que fuesen devotos de este glorioso santo por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios."
Su primer convento fue puesto bajo el patrocinio de San José.
De la misma manera, Madre Petra pondría todas sus casas bajo el patronazgo del glorioso patriarca de Nazaret. No veía nadie mejor para proteger la obra que con tanto esfuerzo estaba llevando hacia adelante impulsada por el Espíritu.
Madre Petra admiraba mucho a Santa Teresa de Jesús,
en ella veía a una mujer fuerte, una fiel hija de la Iglesia, una emprendedora, una andariega incansable, en definitiva, veía en Teresa todas las cualidades que ella necesitaba para la obra que Dios le había encomendado y que, sin saberlo o querer admitirlo por su gran humildad, también las tenía.
“Es más difícil reformar que fundar”,
diría Madre Petra aludiendo a Santa Teresa de Jesús, a Madre Magdalena cuando ésta la ponía al corriente de las dificultades que había en el encomendado asilo de Gibraltar. En las ocasiones difíciles es cuando más se necesita la fidelidad a Dios y la auténtica caridad a los hermanos.
Madre Petra fijó su profesión perpetua el 15 de octubre de 1892 por la mucha devoción que le profesaba a Santa Teresa de Jesús.
Encomendándose a ella en íntimo coloquio le pidió ayuda acerca del problema del madrinazgo de la profesión. Le rogaba le enseñase a ser fiel esposa de Cristo y servirle con la misma fidelidad e intrepidez con al que ella le sirvió. La Santa de Ávila la inspiró para ser ella misma la madrina, que no solo la nombró para ella sino para toda la congregación. Por eso decía que después de San José, a ningún santo amaba ni debía tanto como a Santa Teresa. Consta en su biografía haciéndole novenas a la santa.
La figura de Santa Teresa de Jesús tiene una gran importancia en la vida de la Iglesia actual y ha sido referente para cientos de congregaciones religiosas que vieron en ella un perfecto ejemplo de consagración. Madre Petra fue una gran devota de Teresa de Ávila, imitó sus virtudes y la propuso junto a San José, como protectora especial de su obra. En esto consiste la grandeza de la Iglesia Católica, en el mutuo enriquecimiento de la vida de los cristianos, que se nos proponen como ejemplo para seguir hacia nuestra única meta común: Jesucristo.
Será San Juan Pablo II quien diga de Santa Teresa que no hay verdadero amor a Cristo si no hay amor a la Iglesia.
En el s XVII, en una de las épocas más difíciles de la Iglesia en España, Santa Teresa de Jesús fue elegida por Dios para hacerla emerger desde dentro. Cuando los tiempos son recios, el Espíritu “sopla” con más fuerza si cabe, para impulsar nuevos caminos de salvación. Junto a santa Teresa, en España vivieron San Ignacio de Loyola, San Juan de la Cruz, San Francisco Javier, San Juan de Dios, San Pedro de Alcántara, San Juan de Ávila, Santo Tomás de Villanueva …, y la lista podría alargarse. Exactamente igual pasaría a finales del s XIX cuando las necesidades asistenciales en nuestro país eran tan grandes que junto a Madre Petra aparecerían santos y santas fundadores de obras que iban a paliar las necesidades más básicas de la sociedad del momento: Teresa de Jesús Jornet e Ibars, Teresa de la Asunción Martínez, Bonifacia Rodríguez de Castro, etc.
El amor a Cristo es el rasgo más sobresaliente que observamos en la vida de estas religiosas.
Sus obras en general y sus acciones particulares en particular estaban totalmente configuradas por una referencia continuada a Jesucristo, quien todo lo merece y por quien habían entregado sus vidas. Él era la fuente inagotable de sus esfuerzos. Con una sencillez sublime supieron actualizar los profundos valores evangélicos.
El motivo fundamental de la reforma del Carmelo de Santa Teresa fue el amor a la Iglesia. El motivo fundamental de la mayoría de sufrimientos de Madre Petra fue el mismo; su gran amor a la que se lo debía todo y en medio de la cual quería vivir su fe. La autoridad doctrinal, moral y jerárquica de la Iglesia fueron para ellas el pilar fundamental por el que caminaron toda su vida.
Inmersos de lleno en el tercer milenio del cristianismo,
la Iglesia sigue necesitando santos que apoyen al pilar fundamental que es Jesucristo. La tarea es difícil, pero no lo fue más fácil en otros tiempos. Santa Teresa de Jesús y Madre Petra de San José son un claro ejemplo de inculturación en un tiempo para hacer frente a los problemas y necesidades del mismo. Quizá cuanto más difíciles sean las circunstancias, más oportunidades tenemos para sacar de nuestro interior lo mejor que tenemos para ofrecérselo a Dios. Por tanto nunca nos desanimemos y pensemos que el camino de la salvación será siempre más tortuoso que el de la tibieza.
Manuel Jesús Casado Mena.
Subdelegado de Medios de comunicación de la Diócesis de Jaén.
Artículo publicado en la Revista La Montaña de San José el número de Setiembre-Octubre de 2015.
Gracias Padre Eterno por habernos dado estas siervas tuyas
Santa Teresa de Jesús y Madre Petra de San José que nos dieron muestra de su fe y su carisma , grandes devotas de nuestro amado San José. Santa Teres y Madre Petrra rogad por nosotros.