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grup complert de la jornada josepina 4 de març de 2023
…Caminar juntos.

El papa Francisco nos lanza un nuevo reto: nos pide que reflexionemos sobre
cómo todo lo que hacemos, lo hacemos desde la sinodalidad, a la escucha los
unos de los otros y, sobre todo, a la escucha del Espíritu. Y nos pide participar
en este camino sinodal, que significa “caminar juntos”.
Nuestra asociación debe de ser una herramienta de sinodalidad, y la queremos
vivir en la clave de este Sínodo: con comunión, con participación, pero ¡sobre
todo, abiertos a la misión! La que se nos dio en el bautismo y que se traduce en
santidad de vida, en testimonio. Nuestra misión está en el mundo y es la
evangelización. A veces perdemos el entusiasmo porque somos pocos, o
cuando olvidamos que el Evangelio es la respuesta a nuestras necesidades
más profundas; cuando olvidamos que la Palabra de Dios nos propone la
amistad con Jesús y los hermanos. Cuando olvidamos confiar en el Señor,
como lo hizo San José.

En el desierto que te habita te espera una vida llena de sentido: la de Jesús.
Vivir el relato de su vida a través de la oración y la meditación te abrirá una
conexión más profunda y personal con él. Esas lecturas te abrirán a un
encuentro más relevante y significativo en tu propia vida y fe. ¡Déjate inspirar
por su ejemplo y amor incondicional! (1)
En la Patris corde leemos: Si la primera etapa de toda verdadera curación
interior es acoger la propia historia, es decir, hacer espacio dentro de nosotros
mismos incluso para lo que no hemos elegido en nuestra vida, necesitamos
añadir otra característica importante: la valentía creativa. Esta surge
especialmente cuando encontramos dificultades. De hecho, cuando nos
enfrentamos a un problema podemos detenernos y bajar los brazos, o
podemos ingeniárnoslas de alguna manera. A veces las dificultades son
precisamente las que sacan a relucir recursos en cada uno de nosotros que ni
siquiera pensábamos tener.
Muchas veces, leyendo los “Evangelios de la infancia”, nos preguntamos por
qué Dios no intervino directa y claramente. Pero Dios actúa a través de eventos
y personas. José era el hombre por medio del cual Dios se ocupó de los
comienzos de la historia de la redención. Él era el verdadero “milagro” con el que Dios salvó al Niño y a su madre. El cielo intervino confiando en la valentía
creadora de este hombre.

En el desierto que te habita te espera una tierra sagrada: donde enraízan las
historias que dan un sentido a la fe. Peregrinar por el tiempo y el espacio en el
que vivió Jesús, ayuda a proporcionar un contexto más profundo y significativo
a su vida y palabras. (1)
En la Patris corde leemos: El Evangelio no da ninguna información sobre el
tiempo en que María, José y el Niño permanecieron en Egipto. Sin embargo, lo
que es cierto es que habrán tenido necesidad de comer, de encontrar una
casa, un trabajo. No hace falta mucha imaginación para llenar el silencio del
Evangelio a este respecto. La Sagrada Familia tuvo que afrontar problemas
concretos como todas las demás familias, como muchos de nuestros hermanos
y hermanas migrantes que incluso hoy arriesgan sus vidas forzados por las
adversidades y el hambre. A este respecto, creo que san José sea realmente
un santo patrono especial para todos aquellos que tienen que dejar su tierra a
causa de la guerra, el odio, la persecución y la miseria.
Al final de cada relato en el que José es el protagonista, el Evangelio señala
que él se levantó, tomó al Niño y a su madre e hizo lo que Dios le había
mandado (cf. Mt 1,24; 2,14.21).

En el desierto que te habita te espera la soledad del silencio. En un mundo
lleno de ruido y estímulos constantes, encontrar tiempo y espacio para el
silencio puede ser un desafío, pero es crucial para escuchar la voz de Dios y
comprender sus planes.
A través de la lectura de la Palabra de Dios podrás reconocer tus necesidades,
deseos y sueños profundos, y alinearlas con la voluntad de Dios. (1)
En la Patris corde leemos: Quizás por esta razón la tradición también le ha
puesto a José, junto al apelativo de padre, el de “castísimo”. No es una
indicación meramente afectiva, sino la síntesis de una actitud que expresa lo
contrario a poseer. La castidad está en ser libres del afán de poseer en todos
los ámbitos de la vida. Sólo cuando un amor es casto es un verdadero amor. El
amor que quiere poseer, al final, siempre se vuelve peligroso, aprisiona, sofoca,
hace infeliz. Dios mismo amó al hombre con amor casto, dejándolo libre incluso
para equivocarse y ponerse en contra suya. La lógica del amor es siempre una
lógica de libertad, y José fue capaz de amar de una manera extraordinariamente libre. Nunca se puso en el centro. Supo cómo
descentrarse, para poner a María y a Jesús en el centro de su vida.
La felicidad de José no está en la lógica del auto-sacrificio, sino en el don de sí
mismo. Nunca se percibe en este hombre la frustración, sino sólo la confianza.
Su silencio persistente no contempla quejas, sino gestos concretos de
confianza. El mundo necesita padres, rechaza a los amos, es decir: rechaza a
los que quieren usar la posesión del otro para llenar su propio vacío; rehúsa a
los que confunden autoridad con autoritarismo, servicio con servilismo,
confrontación con opresión, caridad con asistencialismo, fuerza con
destrucción. Toda vocación verdadera nace del don de sí mismo, que es la
maduración del simple sacrificio.

En el desierto que te habita te espera la paradoja de un Dios que también habla
en lo intangible. Y es que la contradicción y las dudas sobre Dios y su papel en
tu vida no es
motivo para desanimarse o abandonar la fe, sino más bien una oportunidad
para profundizar en la comprensión de Dios. (1)
En la Patris corde leemos: Como Dios dijo a nuestro santo: «José, hijo de
David, no temas» (Mt 1,20), parece repetirnos también a nosotros: “¡No tengan
miedo!”. Tenemos que dejar de lado nuestra ira y decepción, y hacer espacio
—sin ninguna resignación mundana y con una fortaleza llena de esperanza— a
lo que no hemos elegido, pero está allí. Acoger la vida de esta manera nos
introduce en un significado oculto. La vida de cada uno de nosotros puede
comenzar de nuevo milagrosamente, si encontramos la valentía para vivirla
según lo que nos dice el Evangelio. Y no importa si ahora todo parece haber
tomado un rumbo equivocado y si algunas cuestiones son irreversibles. Dios
puede hacer que las flores broten entre las rocas. Aun cuando nuestra
conciencia nos reprocha algo, Él «es más grande que nuestra conciencia y lo
sabe todo» (1 Jn 3,20).
El realismo cristiano, que no rechaza nada de lo que existe, vuelve una vez
más. La realidad, en su misteriosa irreductibilidad y complejidad, es portadora
de un sentido de la existencia con sus luces y sombras.
Entonces, lejos de nosotros el pensar que creer significa encontrar soluciones
fáciles que consuelan. La fe que Cristo nos enseñó es, en cambio, la que
vemos en san José, que no buscó atajos, sino que afrontó “con los ojos
abiertos” lo que le acontecía, asumiendo la responsabilidad en primera
persona.

En el desierto que te habita te espera una transformación que se mueve hacia
fuera.
El mensaje de Dios no sólo te transforma a nivel individual, sino que también te
impulsa a salir del desierto de la soledad y a compartir la alegría de una Buena
Noticia con otros. (1)
Leemos en el evangelio de Lucas 24, 30-35: Y sucedió que, cuando se puso a
la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba
dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció
de su lado. Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón
dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las
Escrituras?» Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y
encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían:
«¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!» Ellos, por su
parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido
en la fracción del pan.

Reflexión final
Tal vez nos reconocemos a nosotros mismos en estos dos hombres, que
caminan en la soledad, que se afligen por sus ilusiones perdidas. Y como
Cleofás y su compañero, muchas veces nosotros tampoco reconocemos a Él
que marcha a nuestro lado, que está tan cerca de nosotros en el momento
mismo en que lamentamos su ausencia.
Pero hay una diferencia: ellos están tristes porque lo creen muerto. Nosotros
estamos tristes a pesar de que lo creemos vivo. Y además conocemos su
promesa: Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. (Mt 28,
20).
Los discípulos de Emaús tuvieron que cambiar su actitud para reconocer al fin
al Señor. Afortunadamente, se dejaron transformar por Él. (2)
¡Dejémonos transformar por la Buena Noticia, como lo hizo José!

Folleto de la jornada josefina.
folleto 2 de la jornada josefina

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